domingo, julio 25, 2010

Danza de Siluetas


La sala parecía una floristería humana, cada cuerpo poseía una silueta distinta. Los sombreros anticuados y antiguos del trío inseparable de viejas destartaladas creaban cierta ambigüedad en los hechos, de por sí ya curiosos. Sentadas con miradas discretas en la esquina estaban las tres sombras con cabezas deformes, acercándose como un compás una con otra, chismoseando sobre el resto. La diminuta mesa enfrente del trío sólo era capaz de sostener tres pequeñas copas de vino blanco; por fortuna nadie se acercaba a dejar el soplido por temor a tumbar la mesita. Rodolfo hacía dos años que no veía a tanta gente conocida reunida y por ello sentía un placer inagotable, un sudor de orgasmo.
Sus arduos años en la guerra, luchando por una razón más bien falsa, le habían recortado su memoria. Pero con todos en aquella sala sentía una unión íntima, casi desmesurada y apurada. Él, extrañamente, tenía una urgencia por besarlos a todos, invitarlos a otra ronda de cerveza helada y seguir echando chistes hasta el fin del mundo. Cada invitado oportuno se iba acercando de vez en cuando a él, ya que Rodolfo perdió sus dos piernas en un encuentro fúnebre cerca de playa con sus supuestos enemigos. La colorida fusión de colores y movimientos provenientes de la pista de baile dejaban un aroma impregnado de risas. Sus tres hijos corrían radiantes salpicando abrazos al aire, adornando la belleza de su segura madre. Sin la necesidad de que alguien se lo dijera, Rodolfo sabía que todos, secretamente, habían venido a verlo. Él era el centro de la reunión, y aunque no pudiera danzar al ritmo de los tambores, su desvelo enamorado marcaba una transición espiritual, de un mundo a otro.
Eran pocos, en la bastedad de la sala, los que no andaban saltando de la emoción, rozándose de goce. Todo para Rodolfo era maravilloso, lejos de la asfixiante humedad y las monótonas noches en la selva. Ni siquiera extrañaba las estrellas, las absurdas cantidades de constelaciones visibles en los topes de los árboles. Según él ya ni las necesitaba, su rigor por pedir deseos de auxilio había acabado. El concreto de las solidas paredes protegía su alma; lo dejaban descansar, disfrutarse nuevamente. Cada mil latidos, porque los contaba, el señor corto y grueso de su derecha cantaba una canción, de su cuerpo transpiraba una dulce melodía. Por fortuna con cada verso cantado, las siluetas se movían como olas multicolores al son de cada onda auditiva.
El ruido sublime de gestos y besos adornaban la desnuda sala, excepto por la cedida mesa de té. Mientras el juego coqueto de brazos y piernas continuaba, Rodolfo, expectante, olvidaba sedientamente toda imagen de balas voladoras, de esperanzas invisibles, de ríos turbios. Quizás lo único que lo devolvía a la extraña realidad era la ausencia de puertas y ventanas. Ignoró éste hecho por simples cuestiones de orgullo y ocurrentes delirios. Sin embargo, la razón obvia a aquella alegre situación, era cómo patéticamente Rodolfo intentaba mecerse de un lado a otro, bailándole al vacio, anhelando lo perdido.
miércoles, junio 16, 2010

Haiku I

Drops Drops Drops

Crystal blues in soul,
which shatter our thin insides,
let the rain touch me.


Remorse

Settle the fright tight
sing inside the turns and gaps,
deep sorrow shall pass.


Live Forever

Plastic world of fuss
facial smile upon the life
in this film we stand.
viernes, junio 11, 2010

Desgajando el Universo


En las parcelas fosforescentes
con nubes apacibles
hechas de espuma espesa
y un mar aéreo extenso,
las ondas andan simétricas.
Los cuerpos gomosos,
ritmos fréneticos
de sonidos africanos
agridulces frente al suspiro,
anhelando el goce oportuno.
Pienso desgajarlo lentamente,
consumirlo a pedazos suaves,
o devorar, el universo
antes de que suene el timbre
como el titán del tímpano.
Coger cada latido y suministrar
el calor de cascabel
y roer y moler sin pena ajena
hasta el diminuto instante
de asombrosas proporciones
escalando la brecha eterna.
Pienso desgajarlo sigilosamente,
pienso devorarlo ardiente,
pienso roerle el aire
rodeado de figuras
conocidas y ausentes,
amplias y carentes.
Mientras desgajo el universo
miles de olas se estrellan,
luces se encienden,
cientos de vidas se emprenden
bajo la sombra del sofocante ardor,
otras, más habiles disfrutan,
como atentos espectadores,
el fin del mundo,
mientras yo, en éxtasis,
me desgajo, hambriento, nuestro universo.
jueves, mayo 13, 2010

Mirando a Través

Si el río es tan ancho
que puedo derivarme
pensando que tu rostro
estará en un bote
de rosas y fieles
con estrellas verdes.
Esperando sigilosamente
mi voz sobre tí,
sobre todo aquello
increíble y junto.
Mirando a través
de tus ojos de cristal,
claros y marrones,
mientras oyes todo
lo que conlleva mi vida.
Aunque no pueda subir,
el agua jamás me ha parecido
más calma y suave
cuando miro los horizontes
de tu gentil mirada.
Dimensiones arriesgadas
absorbiendo el tiempo
en su magnitud coloquial,
en su grandeza inmortal.
sábado, mayo 08, 2010

Instinto Animal


El Señor Mauricio nunca lo confesó, pero siempre se sintió como un animal. Un ser libre cuando estaba cerca de la naturaleza, parte de ella como una larga raíz. Le causaba una increíble fascinación todo lo relacionado con los árboles, el cambio del clima y los seres vivos que habitaban dentro y fuera del claustrofóbico pueblo.
Alguna vez cuando era más joven vivió en la ciudad. Pero el gris y el concreto lo mareaban todos los días. Se sentía tan fuera de su ambiente que optó por el delirio temporal. Poseía una gran lucha interior, a las mujeres de mayor edad, todas vulnerables siempre las quiso morder y picotearlas. Mientras que a las niñas que caminaban por la acera en la noche, siendo alumbradas por todas las luces de la gran ciudad, quería acompañarlas y cuidarlas. Paredes enteras de brillos deslumbrantes, infinitas cantidades de avisos adornaban los rascacielos infernales.
Fue ahí cuando decidió que por el bien de los habitantes, y de sí mismo, debía huir a un lugar más salvaje. Exageró un poco al querer vivir en una isla solitaria, donde el olor de pescado pútrido era lo único que lo acompaña. Estaba tan solo en aquella isla que sintió que lo encerraban las paredes invisibles de los largos acantilados. El eco formado por el fuerte viento lo dejó casi sordo, y el estallido de las olas le daba la lúcida imagen de bombas militares; cosa que inmediatamente relacionaba con la civilización y por ello odió desde entonces el mar y la arena de vidrios. Luego de saciarse de que su casa viviera llena de algas y cascarones como de gruesos arrecifes, optó por un clima más frío, de ahí se le ocurrió cerca del Everest. Sin embargo, la absurda baja temperatura sideral lo ahuyentó en tan sólo dos semanas. La nieve, aunque le causaba gran fascinación, no era tan gran cosa como para sufrir toda una vida, enterrándose bajo las criminales cantidades de nieve que caía diariamente.
El Amazonas quizás fue su localización favorita, intentó hacerse amigos de los monos y panteras. Las serpientes lo amenazaban cada noche y el ruido nocturno del temblor de las ranas no lo dejaba dormir tranquilo. La escasez de luz solar que llegaba a los pies de la selva lo enfermó aunque él no lo quisiera. Además, el aullido de los monstruosos tractores destruyendo el alma de la Amazonía, le quitó cualquier encanto al húmedo lugar.
Cansado de buscar, encontró un intermedio entre todo lo que quería, cantidades de árboles para abrazar y besar; estando lo suficiente lejos de las nubes de ceniza y hierro. Ahora, el lúgubre pueblo se enfrentaba a un diluvio universal desde Abril. Extrañaba la rara presencia de la Señora Reseca, mirando el suelo, abastecido de calor y sudor.
Lo que más le emocionaba de todo el pueblo era aquel grandioso árbol ancestral. Con sus laberintos de ramas, cubiertas por musgo. Las pequeñas aves de colores, como pinturas de los años veinte, lo enamoraban todos los días. Se encontraba tranquilo cuando salía a untarse del júbilo tronco de su Meca. Se moría de la rabia cada vez que los insolentes niños traían estragos a la pacifica tarde de contemplación. Al principio alcanzó a pensar que la fuerte lluvia los ahuyentaría, pero su instinto animal, aún no perfeccionado, le falló, ya que los niños salían a lavarse bajo la tormenta, mientras que los rayos alumbraban sus genuinos rostros. Hacía años que no llovía en el pueblo, y mucho menos con tal fuerza. La neblina y la pantalla de lágrimas de las nubes le daban un aspecto místico al árbol, un aura de belleza trascendental.
Si es verdad que cada encuentro con la naturaleza se le hacía único, también es verdad que todos sus intentos por tener mascotas eran fallidas. Bueno, nunca se atrevió enserio, pero la sola idea era tan absurda como su obsesión por ladrarle a las abuelas y estrangular de cariño a los gatos. Tan sólo lo intentó una vez, un hermoso canario rojo que revoloteaba por el cuarto libre de artículos humanos. Era tan especial el pobre canario que adoptó una personalidad. Al cabo de dos horas, el Señor Mauricio se lo tragó.
viernes, abril 30, 2010

De Costumbres y Otros Recuerdos

La casa de la Señora Reseca estaba adornada por unas cuantas flores, tapando las indiscutibles manchas de las paredes. Los muebles tapizados de colores más bien fúnebres desde hace media década yacían solitarios en medio de una sala poco habitada. Las visitas eran escazas desde que sus dos hijos menores murieron cuando fueron a una caminata al río del pueblo.
Desafortunadamente, el menor de toda la despedazada familia, Riardo, ingenuo y torpe, tropezó contra las piedras al cruzar el desbordado río. Su hermano, en medio de su interminable angustia y terror, vio cómo el río se teñía de color rojo aterciopelado. Para rescatarlo, intentó ayudarlo, pero el cuerpo de Riardo, no muy pequeño comparado a él le impidió salvarlo. Es más, se supone que cuando lo ayudaba su hermano cayó de cabeza hacia una de las rocas del río, partiéndose el cráneo. Creando dos bultos llevados por la corriente eterna.
El resto de la familia había huido por la violencia vecina. Sin embargo, los personajes más insólitos permanecieron en el pueblo de mala muerte hasta el final. La sopa que andaba preparando la Señora Reseca tenía un olor ácido y denso. El sofocante calor ahogaba a la Señora Reseca, el vapor expulsado hacia su sombrío rostro creaba una gruesa capa de sudor en su frente. Decidió dejar que la sopa continuara calentándose mientras salía a caminar por el desértico pueblo. Su vecino, Don Clentijo siempre dormía en la hamaca de su pequeña terraza. El periódico de hace unos años siempre cerca sobre una empolvada mesa gris. Los lentes, más grandes que los puños de Don Clentijo estaban en el suelo, acompañando los rítmicos ronquidos de Don Clentijo. Vestía un chaleco anacrónico, rojo y vivo, el cual le disgustaba a la Señora Reseca, siempre le pareció raro cómo en medio de aquel insoportable calor, alguien de más de sesenta años podría soportar un grueso chaleco. La verdad era que Don Clentijo sólo lo usaba cuando salía a su terraza, su casa, sin ventanas ni más color que el de la desteñida madera, reposaba cerca de dos árboles secos.
En la casa de la esquina, abandonada desde hace dos décadas por los dueños originales, afortunados de poder huir antes de que la violencia se aproximara. Estaba inundada por ratones y una vieja de mirada soñolienta y desubicada. Las frágiles paredes se pudrían con el cuerpo de la pobre vieja. Extrañamente, los arbustos de enfrente eran los más coloridos y fuera de lugar de todo el pueblo; grandes y robustos, abundantes de rosas y flores multicolores como los arduos atardeceres. La Señora Reseca no había sabido de la vieja desde hace un par de semanas, pero el humo de la desechable chimenea delataba la presencia de ésta, cocinando sus ratones con guisantes.
La plaza principal estaba desolada, excepto por un par de perros recostados bajo la humilde sombra del árbol arcaico que posesionaba el centro y corazón del pueblo. Perdía la noción del tiempo cuando caminaba, siempre le había sucedido. Inclusive cuando salía al monte y se encontraba con su amante, a escondidas de toda la familia, con quien tuvo a Riardo. Nunca supo bien si era por las agridulces sensaciones que le causaba el monótono sendero del pueblo o era por su espíritu romántico. Las piedras del suelo se calentaban a temperaturas casi imposibles de soportar, pero la devoción que la Señora Reseca siempre ha tenido por caminar en las horas menos transitadas la han hecho inmune a éste efecto.
Nunca fue muy fanática de los animales, pero los respetaba por ser parte del ciclo natural. En cambio, el dueño de la tienda, el Señor Mauricio, andaba abrazando árboles y acosando ardillas cada vez que podía. Por esa razón había instalado su tienda en la plaza principal, para permanecer cerca de las raíces del árbol en forma de caracolí, enredado y ensimismado, pero sumamente enorme. Tenía el aspecto de un hongo gigante, con miles de ramas hacia todas las direcciones, abriéndole campo a la imaginación. Él había hecho cientos de pancartas en contra de la basura en las zonas verdes, pero los niños siempre las rompían a los cinco minutos de estar colgadas.
Mientras caminaba, la Señora Reseca, miraba a su alrededor, disfrutando del pueblo, que algunas veces lograba despreciar, pero en tardes calurosas como ésta, era cuando más lo apreciaba. En el monte, le llegaron memorias nostálgicas de noches de pasión bajo el resplandor de la luna llena. Untados de hojas secas y tierra húmeda, pelo despeinado y cachetes sudados, lejos de su esposo y el drama que envolvía su existencia. Se sentó cerca de la roca donde vio por última vez a su verdadero amor, intentó llorar un poco, pero las lágrimas no le salían. En medio de su contemplación le llegó la vívida imagen de la sopa hirviendo, quemando la casa de su vida. Será mejor que se devuelva.
martes, abril 27, 2010

The Foundations of Two


It’s a beautiful day, when the city is endless and the eclipse rises hard upon us, our thoughts and sorrows. There is time for our grief and pain, to change, transform, and be the matter we are suppose to be, because our eternal sleep sighs deeply in the unforgotten. The smile of your face lingers in the dark night, who screams full of emotion, envying our feelings, kneeling upon the kiss. Perhaps because we walk alone, and don’t stop to meditate the moment of joy that electrifies like a shock of lighting and streams our body. Walk beside me, now that time is shuttled to other galaxy, it stops like ice in the air, and our faces conceive each other. The search, the awareness, the pillars of our own ill close together in the past. Come by me when you are clear of your tricks and you are able to show yourself, undisguised, trustful and merciful. The lights of the buildings keep bright, ending above the horizon. It is short, and I know, so let it go slow, secure and let it flow under the reality and dreams, and perhaps interrupted.
But you turn back, showing the skin, smiles once again and walks toward another light, leaving me deserted in the black. Closing forever your inner most, locked for visitors and trust, mist is expelled off in your words. Suppression for two, forget the tea, it has been past five, and tonight I feel lonelier, waiting for the unrehearsed act. The moon looks down feverish, red and upset. In disgust, and regret I must say, I look around myself, everything seems sharp. The glass moves with each touch, before it falls to the ground in pieces, infinite number of puzzles. No discussions are done, only to wait how time passes by, wasted precious time.
And now, when eyes are open and heart is fallen, I rise, step up, and walk. Move a pair of cold feet. And I walk and look around, and find your face beside me, walking rhythmically, I smile while waiting, waiting, waiting for your lovely speech.
domingo, abril 18, 2010

Cosas del Tiempo

Eterno, quizás, pero igual de vulnerable al visible adversario.
miércoles, abril 14, 2010

La Última Cometa

Los ligeros cambios en la dirección del viento procuraban una buena tarde. El sol en lo más alto, ardiendo y quemando las frentes de los seres que miran hacia el cielo, la lluvia de cometas. Sohrab sabía exactamente cómo eran las competencias de cometas en su país natal, sin embargo en la Gran Manzana era sólo para el disfrute de los demás. El cielo multicolor, teñido por texturas e infinitos tonos. Familias enteras sentadas en el pasto más verde y vivo del mundo, con su pita estática, algunos con una extensa cola de moños para poder reconocer sus cometas en la bastedad del techo multicolor.
El calor sofocante de Afganistán lo invadía, mientras recuerda los tiroteos, los gritos y lagunas de sangre en el suelo. La pobreza extrema, la violencia que consumía a todos, devorándolos vivos con el mandato del Talibán.
Decidió rechazar la memoria invasiva al fijarse en las cometas moviéndose de un lado a otro. Domadas por el viento. De vez en cuando se ve una acrobática, dominante ante los demás. Estaba tranquilo, disfrutando de la vida en América, lejos de la sangre, del dolor, de las generaciones muertas. Los árboles verdes le daban un aspecto fantástico. Sohrab se dejó absorber por las cometas, por el vaivén de cuerdas. Gozaba de cada color con sus figuras respectivas. Aunque sus favoritas eran las de forma en diamante, le sabía a su niñez, un poco perdida y hueca, sin embargo, siempre presente. De bombas y aullidos, ojos de las mujeres, miradas de sufrimiento.
Las miradas amables de todos los que contemplaban el espectáculo, en medio de un mar de rascacielos y bloques grises, muy distinto a su vida en Afganistán. Las cometas lo consumían hasta que quedó fuera de la cordura. Veía monumentos de sangre, metales rotos, árboles desapareciéndose, llenando su visión de movimientos bruscos y frenéticos. Todo parecía estar fuera de foco, como ondas de erupción, mirando a través de plástico. Las cometas permanecían en el aire, pero las balas la derrumbaban. Los niños corrían, escondiéndose debajo de otro cadáver.
La brisa estancada llenaba los pulmones de polvo, reteniendo cualquier intento de sobrevivir. En la locura del momento, intentó volver a la tranquilidad del parque, lejos de las explosiones y la muerte. Cerró los ojos fuertemente y sólo se concentró en su cometa, ahora era la única en el aire. La cuerda gastada y vieja por los años estaba a punto de romperse, perdiendo la cometa, su oportunidad de volar hacia la libertad.
Al abrir los ojos, se encontró nuevamente en su sueño, como si todo hubiera sido un leve delirio temporal. Disfrutó de su cometa, que extrañamente era la única volando en ése momento. Sonriendo y mirando a su alrededor, se encontraba absolutamente solo, las risas de los niños abandonaron el lugar, al igual que los caminantes y observadores. A unos cuantos metros sintió la presencia de una pistola apuntándola a su espalda. El escenario cambió drásticamente, la naturaleza desvaneció y toda la bastedad de edificios de la icónica ciudad se fundió junto a la mugre y los llantos de su tierra.
jueves, abril 08, 2010

Después de Todo...


Odio, después de ponerme a pensar, reflexionar sobre cosas que pude hacer y simplemente no me tomé el tiempo para hacerlo. De esas cosas que no parecen de mucha importancia. Él con su nuevo conjunto de ropa traido de Estados Unidos, celebrando con nosotros, sin embargo lo dejamos sentarse y sumirse en su silencio. Ni una foto esa noche, ni una con él tengo que yo sepa. Y ahora pienso, cómo me hubiera gustado tomarla y tenerla, tesorarla. De ella sí tengo algunas y otros cuantos pedazos de papel, y aunque, despues de todo, pasé más tiempo con ella al ser mi compañera de clases, mi amiga, ahora pienso que con él no tengo mucho de qué cogerme. Mucho menos si no está, si ninguno está.
Hoy no escribo historias. Hoy sólo dejo el silencio.
viernes, marzo 26, 2010

Detonante Perdón


Aún había tiempo de huir o simplemente de no coger la esquina precisa hacia su objetivo. Un pequeño error de cálculos podría ser perdonado. Los rayos desbocados en su frente la demoraban un poco. El tiempo se hacía más lento, más denso. El destello de luces de las farolas de los carros del día cegaba su nublosa vista. La escasez de nubes mareaba a Drusila mientras se aferraba con una mano temblorosa a su pequeño rosario. El camino parecía distante, como en diferentes mundos, inconclusas realidades.
Ni siquiera era hora del almuerzo y el sudor en su espalda la ensopaba y asfixiaba. Miró al cielo rápidamente, éste, demasiado despejado, le traía cierta ironía a la escena. Se lo merecen igualmente, pensó. Todos esos años, tantas horas de sufrimiento y opresión justificaran las acciones.
El metal se le hacía pesado como un morral de plomo, quizás no tanto el peso físico, sino mental. Ya estoy cerca. Cerca de completar el plan, todo el equipo depende de mí. Sus manos sudaban con cada paso acelerado. El silencio era inminente, succionaba la alegría del tiempo. Pero tan sólo tener la gloria de mi cultura, de mi sociedad sería el mayor premio, mi gratificación.
Al reconocer el ancho edificio de colores blancos y azules de todos los tonos se puso muy nerviosa. La sangre en las venas se calentaba. Su respiración era interrumpida de vez en cuando por cada recuerdo de aquel asqueroso lugar. Dios tú que me mandaste para éste trabajo, bendiciendo mi alma y dotando mi inteligencia. El rosario permanecía cerca a su pecho, temblando fuertemente. Les sonrió a los dos guardias de seguridad, entregó la placa anteriormente imprimida y siguió caminando al centro. Un par de gatos en el parque de arena le recordó su miserable infancia, las burlas por su fanatismo, la incontrolable obsesión de su familia. Sin embargo los iba a perdonar a todos, los iba a salvar, por su eterno amor.
La bulla de las risas de los niños aumentaba entre más cerca estaba de su objetivo, al igual al dolor en su ombligo, apretado contra el sangriento metal.
Sonó el timbre mientras Drusila sostenía el detonador en su mano izquierda, tan fuerte como el rosario en su nuca.
viernes, marzo 19, 2010

El Resplandor del Parque


Hay veces que me desconozco. Aquellos momentos en los que no hago lo habitual y un espíritu controlara mi cuerpo, suelto a su merced. El ferrocarril suena con un duro traqueteo entre los balances y movimientos de cada vagón. Los picos de las montañas tienen un aspecto deforme y gracioso, tocando los cielos con la punta de sus áridas manos. Mientras las aves decoran la atmósfera como estrellas fugaces del sol. Siempre presente el parche gris que tiñe el fondo azul se asoma hacia el oeste, dedujo el conejo travieso que ésta esconde. Cada media hora de viaje el terreno cambia, con cada nuevo color predominante también lo hace mi humor. El verde de las copas altas, aunque algunas secas, me confunde, cuando sigo fijándome en mi reflejo en la transparencia del vidrio del vagón. Ando solo, curiosamente el vagón sólo posee un conejo que revolotea por todos lados, untando de blanco la tapicería negra de los muebles. Aún no estoy seguro por qué tomé el tren. El ansia de ver la próxima parada disminuye con cada latido y cambio de frescura de la vista. Me calmo y me dejo llevar por la segura serpiente en el recorrido escurridizo por paisajes variados como las perspectivas. Los leves rayos de sol aún entran iluminando el rostro curioso. Pero aún más extraño es la absurda distancia entre cada parada, sin embargo en la bastedad del terreno no he encontrado a un solo cuerpo humano divagando por el lugar, observando lo que pienso. El reloj se detuvo hace un tiempo, en realidad poco me interesa, prefiero ver el ocaso más poderoso del mundo. Los rayones anaranjados y rosados de crayón se desplazan en cuanto se difumina el sol bajo la planicie marrón y es absorbido por la gravedad universal. Cada latido se personifica con el creciente mar de diamantes espaciales. Espero a que pronto aparezca una gran sonrisa voladora, sin embargo, nada sucede. El silencio domina la escena y me consume. A pesar de que la próxima parada nunca venga, sentí por primera vez, que podría estar ahí, sentado, observando una y otra vez lo maravilloso del cambio de la naturaleza, por el resto de mi vida.
jueves, marzo 11, 2010

Instante al Recuerdo

Dejo un tiempo,
un segundo,
aquel instante
para pensar
y reflexionar,
sobre todo aquello
que me deja pensando,
sobre todo aquello
que me causa emoción,
sobre el mundo
sobre tí
sobre ellos
sobre la lista sinfin.

Continuo prometiendome,
ignorando las circunstancias
en las que nos envolvemos
y tomamos el veneno
de la copa plateada de vino
hasta terminar con los labios morados.

Por ello es que me agarro
del dulce recuerdo
sin pesadillas ni dudas
sonriendole al horizonte
para pensar
para escuchar
para reir
para lograr.

Continuo aceptando el tiempo
y las ondas difusas en los ojos
vidriosos y llevados
por el camino de la selva
inconclusa y plural del mundo
con existencias cercanas al alma.

Simplemente dejo el momento
incrustado en la memoria
infinita de peces
infinita de gritos
infinita de vidas
infinita de destellos de luces
infinita de tí.
lunes, marzo 01, 2010

Fooled by Realm


Depth into bright light, no sound, no rise. For whom shall I wait for, when time is distant and sorrow is flawed. Take the flight before dawn comes closer and the screams become gasps of thin fluid air, blowed and wiped by myself. When nothing is round and it's all around, then shall our souls seek revenge, so tender, sweet, unsettled rage. Rough cheeks follow the touch, but its ending point isn't declared, unless the lips finally unite. No kiss is true, always fake, low standard categorization of surreal lines in my head. Tonight, smiles are cold and hands become stone, charity is stolen due to its lack of corruption. Now, when cities are forsaken and freedom is regulated, our destiny does not dare to ask: where is the finish line? Damned finish line, he said, no trace it holds nor its roses glow. For this life of misery and forgiveness, now its late. Where trees are tall and reality is confused, smoke comes out and colors grow. Clouds are green and eyes become dimmed, then and only then our bones will turn into flesh. Neurons are crushed and heads are turned, crime is done under a surrendered glare. Unreality of time passed by, faces never seen, sunk, not shrunk, in jealousy. Dreams may do of us what they wish, and no choices are forgotten, nor made. Joy comes out from each inhale of sweet air, its exhale is like a rush of blood to my head, no shots of pain are released, only of melancholic ecstasy. Excitement of being alive, but at the same time it is bitter by memories, in hurricane forms, blows my mind, everything becomes displaced, unarranged. Flakes of ice hurry to be absorbed by the white ground, distortion they fall, cruel, harsh days of winter come. Seasons, all alike, of time, weather, love and above all, of madness. Twisted thoughts coming from the crowd, who cheers and kisses; brainsick fools. All fooled by the world, and its content; isolated by alternated lives, which result to be connected, bonded, and the same ending, dead and lame, no heroic actions are involved. Reason becomes lost in uneven memories and the emotions carried to the edge, shapeless, endless. Although memories have become flashlights, now life itself hollow.
jueves, febrero 25, 2010

El Traslúcido Rostro

El traslúcido rostro
del corazón de arena
vuelto claro vidrio
sin vapor del agua.
Oculta en su fina
silueta las entrañas
más frias del desierto,
donde de noche se
oculta y chilla fuerte.
Suaves caen las gotas
del resplandor del amanecer,
acompañado por el alba dorada
difuminando el plateado
entorno de su existencia.
La escarcha enamora
la atmósfera arrimada
de los años verdes
y labios escarlatas.
El celeste de sus iris
reflejan el espasmo
del tiempo libre y ruidoso,
del llanto sonriente.
Ahogado en un mar de lilas
mientras la luna de estaño
le danza al niño pequeño
que en sus manos, de vinagre
y rosas plateadas, esconde.
Recuerdo de la conciencia
y el cuerdo perdido
halla en el fondo del alma
el momento sufrido
pero más que aquello
un sublime sentimiento
de risas y besos
de contornos suaves
con melcochas y mangos
bajo el colchón de algodón.
Aquel traslúcido corazón
con rostro de arena
sin vapor se encuentra
la vista de vidrio
en la que se expresa,
en su esencia y calma,
la belleza del vivir.
miércoles, febrero 17, 2010

Restos de Guerra

Su vestido, color escarlata, brillaba cada vez más, con gran intensidad. Sobre aquella piedra perfecta, de forma ovalada, un escenario para la bailarina, la pequeña bailarina. Sus pequeños y vírgenes labios extendiéndose sobre su suave rostro. El vestido de terciopelo se mecía de un lado a otro, con gracia y delicadeza. El escenario estaba listo, su audiencia la aclamaba para que hiciera su gran acto, los aplausos llovían fuertemente. Los nervios la succionaban, obligándola a esconderse detrás del telón de aire. Las olas del mar orquestaban el lugar, y su olor de frescura recorría la fina silueta de la bailarina. Todo se sentía tan seguro, sin importar lo que fallara su sonrisa permanecería, llena de felicidad. La pequeña, pero confiable, pista de baile poseía unos diminutos bultos en su superficie, mejorando el equilibrio al danzar, ya que la lluvia había humedecido la playa la noche anterior. Ya estaba lista, había practicado su rutina cientos de veces, cada paso es esencial, cada gesto de delicadeza es fundamental. El sol radiaba sobre su frente, llenándola de sudor, al igual a su audiencia de cangrejos y conchas rotas.
La playa, sucia y plateada, poseía grandes cantidades de objetos metálicos y añicos de buques; la tormenta había azotado intensamente unas cuantas frias noches anteriores. Una leve llovizna cayó sobre la bailarina mientras danzaba y recibía cumplidos de todos los seres marinos cercanos. Enamorada de sus emociones, ella seguía moviéndose como un disco sinfín; que siga danzando, no pares el tiempo, no detengas los pies. La mañana aún tenía una atmósfera sombría, siempre recordando a todos los cuerpos marchando hacia sus propias muertes, ingenuos defensores de la paz. Balas perdidas en el suspenso de la dulce playa, esta tierra muerta que ahora recobraba vida con cada zapateo. Bombas de venganza danzaban con ella, de un corazón ya vació, asesinado por su mente inocente. Sus pequeños pies bailaban al ritmo de tambores de guerra, explosiones e himnos de desesperación. Amelia gritaba de euforia, no podía parar, éxtasis en todo su cuerpo, ganas de volar, donde la verdad es mentira y el mundo está más cuerdo. Cada sonrisa aumentaba su ritmo, saltos de alegría realizaba sobre sus espectadores ermitaños.
Las olas explotaban sobre su escenario, como pólvora, dejando un suave rocío color plateado. Mandaba besos al aire, sonrisas al vació. Entonces reconoció a su madre corriendo hacia ella, con la boca abierta de gritos, parecía llena de energía, gritando frenética. Ella sabía que le había encantado el baile a su madre, mientras corría hacia ella. Con cada paso aumentaba la velocidad, no quería perderse el gran final. Amelia bailó más rápido y con un rostro más radiante cuando vio a su mamá corriendo como nunca hacia ella. La diminuta bailarina entonces reconoció la cara de angustia de su mamá, aterrorizada del inevitable porvenir. Entonces se escuchó un gran estruendo, un enorme sonido de destrucción proveniente justo del escenario de la bailarina del mar, acompañado por un temblor. Una lluvia de arena se elevó hacia los aires, una explosión, de dolor e ingenuidad, de ojos hacia atrás, de mirlos voladores, domando el cielo. Cuando terminó el acto algunos lanzaron rosas blancas, otros margaritas, hacia el pequeño cofre, de negro, de un beso, de un viejo, de un clero, con un par de zapatillas rosadas que nunca más se volvieron a mover.
viernes, febrero 05, 2010

Alas en Sombras

Sus alas con el tiempo de las décadas ahora andaban destartaladas y opacas. Antes, cuando volaban por los cielos, hasta un sinfin de tiempos surreales, se desvelaban horas dislumbrando el cielo con puntos plateados. También los rostros se tornan más oscuros con cada mirada desigual. La conformidad carece en el reino. Vieru ya había notado el cambio, ahora el paraiso era descuidado y sus alcobas de nubes se desmoronaban ante la vista ciega.
- Ya lo has notado? - pregunta Vieru desconcertado, fijando su mirado a los colosales rascacielos, mientras toca la punta de éstos.
- Qué quieres decir? - responde el ángel a su derecha.
- De cómo todo se destruye bajo nuestras alas. La gloria de éste lugar está tan corrupta y maldita como nuestras alas. - Dice Vieru con un tono frio, congelando la atmósfera de los dos.
- Pues, la verdad siempre lo trato de ignorar, se me hes más facil si tan sólo pienso que sigue siendo el paraíso que todos abajo añoran.
- No te duele vivir en la mentira de éste lugar hecho escombros? Ya ni nos ponen cuidado, vivimos tan rutinarios que la sociedad de los mortales se hace más variada y emocionante - Luego piensa, bate las alas por unos segundos y siente el aire bajo las plumas impermeables. Aún así no logra crearse ni un gesto de satisfacción ya que hasta la brisa carece de sentimiento.
- La soledad es dolorosa y la falta de fé también, sin embargo me obligo a pensar en lo mejor. - Responde el ángel mientras Vieru se mueve de un lado al otro, impaciente.
- Mis alas están desgastadas y manchadas, para serte honesto éste lugar está un asco. Hace años que me cansé de vivir aquí. - Los puntos moviendose en las bastas metropolis de concreto carecen de alma, pero pueden decidirse, viven. El anochecer se acercaba tan rápido como el latido del centro de la Tierra. Aquellos rayos reflejados en las estatuas de acero, mostraban lo bello del lugar, pero las pobres alas de los ángeles se mantenian cabizbajo y conteniendo la respiración; de vez en cuando uno se deja caer desde las nubes, para sentir su muerte nuevamente.
- Maldita sea, debí haber escogido ser Sombra.
sábado, enero 30, 2010

Adiós a Enero

Ya es el final de Enero,
y he decidido despedirme.
El principio del año eterno,
todo lo que se ha podido decirse.
Defender los principios,
conquistar las colinas,
cuando brotan los lirios
y se recorren las millas.
Es el mes de los reyes,
y he decidido despedirme,
dar un aplauso por lo que eres,
y otros cuantos por el cisne.
Empiezan a florecer los guayacanes,
sonrío por éste enero,
por aquellos vivientes en volcanes,
y saludo firme al bello Febrero!
domingo, enero 24, 2010

Mientras Llueve

En la dulce mañana sentí
por primera vez en el año
las gotas de la lluvia
sobre mi cuerpo
enfriando el instante
cautivando el recuerdo

recogiendo la sonrisa
de cada gota estallada
sobre las figuras
del siempre claro cielo.
Las nubes agradecen
al alma impertinente
que llora con sus gotas
que clama cada aire
que ama su estación.
Mira, querida, arriba
mientras está lloviendo
claro contra el vidrio,
ríe antes de que vuelva
la fogosa neblina

y el estallido del cartón.
lunes, enero 18, 2010

Around the World

Around the trees of the world
hide the biggest secrets
in their roots
the greatest mazes.

The light stream bursts into our eyes
shining brightly in the dark,
dark and clear blossom
of the instant, passing by our side.

The throat is never interrumped
with each scream of joy
of satisfaction of this world
of these seeks of the world.

The saphired sky
runs into the souls
waits for the second
of the treasures in the eye.

Around the lives of the world
races are run by soldiered souls
some more peacefuly
turn them into something beautiful.
sábado, enero 16, 2010

Canas Rojas


Lo siento por el tama;o de la letra, mi blog parece estar caprichoso...

La ventana al final del corredor miró al mirador de la montaña, no muy alta ni lejana, con un solo ojo de picardía. Las aves escondidas en aquel árbol fosforescentemente bello, vislumbrando el horizonte nubloso de mares perdidos. En aquella casa, de largas generaciones, lloraban las hormigas por culpa de la lluvia inocente. Unas cuantas esquinas accidentadas de cemento quebradizo eran los bordes de la avenida, por donde se acercaban sus fieles amos.

En la distancia el aire se sentía más suave y esponjoso sobre los finos rostros de la pareja, ya mayor, corriendo las largas fibras de pelo sedoso de su esposa. El carro color negro convertible de modelo reliquia se movía relativamente rápido con el apretón frecuente del zapato de Francisco. Sus canas, como las de Margaret, brillaban eternamente con los rayos del sol omnipotente, rigiendo sus reinos en lo alto del universo. Una sonrisa era la respuesta de su esposa, no necesitaba decir más, sabía que su alma andaba en quietud y no habría nada que pudiera evitar su claro amor. Él como caballero que siempre ha sido, la devolvió con una caricia en la mejilla.

Las millas disminuían velozmente, pero los dos viejos no podían evitarse, de vez en cuando Margaret lo miraba de reojo coqueto. Luego posaba su mirada sobre la montaña colosal. Las aves revoloteaban de vez en cuando en el cielo, su cielo. La trascendental casa se asomaba en el fondo de las roturas del barro por donde el carro se desplazaba. La puerta desdichada por el abandono poco frecuente sollozaba de a poco bajo el regazo del muro marrón de la pared. Mientras los arbustos posaban ante el flash de la cámara proveniente del ojo del sol, las cortinas dibujaban al par de viejos enamorados más atrás del gran árbol. Sus hojas recobraban sus pixeles al pasar de las dos cabezas plateadas sonriendo de la vida más allá del sueño.

La tranquilidad que transmitía los ojos verdosos del cuerpo de vestido violeta era más allá de sublime, por otro lado, los azules bajo el sombrero negro de Francisco poseían confianza. El abismo donde habían construido la casa, hace ya once generaciones, parecía menos peligroso con la estadía de Francisco y Margaret. Los Buendía, de apellido sonoro, podrían estar celosos de ellos en su vista lejana y exiliada de la civilización. Al detener el carro, los labios rojos se movieron nuevamente junto a su perfecto maquillaje, abrió la puerta suavemente y estiró sus finas, aunque ahora arrugadas, piernas. Francisco sólo volvió a sonreír, sacó el llavero de toda la vida y se dejó consumir por la puerta de su eterno hogar de sueños, con su amada a su lado.

El carro negro, se encontraba en la ciudad destrozado, con un par de canas manchadas de rojo.

lunes, enero 04, 2010

En Cuanto a las Viejas Luciérnagas


Quizás parezca un poco largo, pero si han de empezar, terminen.

Gracias por Leerme.


Después de un tiempo me di cuenta de que no había forma de salvarla. Sus ojos ya estaban hinchados y hundidos, dándole un aspecto deforme. El doctor ya ha venido a visitarla cientos de veces. También le ha mandado docenas de medicinas, todas fracasan, estoy empezando a pensar que son agua con colorante amarillo o azul eléctrico. Cada vez que la veo me es imposible no imaginarla en un cofre de madera, cuya superficie tendría un par de imágenes religiosas a los lados, como a su madre le hubiera gustado. En cuanto a por qué ella quería un cofre para su hija, me parece torcida la idea. Sus cachetes blancos, supongo que los bañarán en rubor para darles un aspecto alegre y vivo. Unos labios pálidos y fríos como hielo, como piedras, con suaves superficies. Los gemidos mudos en la oscuridad, entre enceguecidas tinieblas, y de vez en cuando, gritos sordos. Presentimientos, pensamientos, todos agobiados y descarrilados en carreteras de un fin porvenir. En cuanto al dolor, pasivo e intenso, muerte lenta, madera vieja. Quien sufre más, quien duerme o el que mira en silencio, con miedo a enfrentar la realidad. Las luciérnagas brillan, luz impertinente e indeseable, aunque pecadora. Pequeños puntos de luz voladores en las viejas ventanas, por qué no serán helados me pregunto de vez en cuando. De nuevo te miro, con un miedo agobiante, consumidor, agridulce. Con un rostro viejo y destartalado me encuentro, perdido y sin mapa en el mundo, vagando, tomando los caminos incorrectos, directo a donde todo se apaga. Me acerqué un poco más, piel erizada y descontrolada, un beso, sutil. Aquellas diminutas bolas de luz seguían dirigiéndose hacia ella, mágico lugar, de sueños perdidos. Todo lo que veo son rostros sin expresión, simples, planos, ninguna emoción, mirando, vigilando con clara intensidad, espías de la muerte, testigos del amor. No hay apoyo, ético ni moral, religioso ni celestial. Otra vez te escucho, insomnio cada noche, todo en silencio, cuando el miedo siente vértigo y la luna intimidada, de estar tan sola, sin pareja, egoísta. Con gran vigor aumenta cada sonido de dolor, ya como un sonámbulo me dirijo al pequeño cuarto, el de los enfermos, el de los muertos. Siguen brillando, su rostro iluminado no parece tan indiferente, parece envuelta en vida, resplandeciente, una indiscreta sonrisa se forma en ella, feliz la miro. Cojo el pañuelo de la envejecida mesa, lo pongo delicadamente sobre la sonrisa, tapándola, sintiéndome culpable.

Hace unos meses te vi corriendo en medio del bosque, cogidos de la mano, sonriendo, felices, radiantes. Otro beso, otra caricia, futuramente perdida, en vano. Cuando tenías labios de colores intensos y bailabas con gracia. Momentos almacenados en la memoria, esperando que no contengan enfermedades. Eras de las personas que miran hacia abajo cuando hay presión, igual que como coges las manijas por debajo y te sientas con los brazos cruzados; todos lo saben, tan obvio, a la vez tan impredecible, como armar un rompecabezas con las fichas incompletas. Colores de primavera, olores de invierno, rostros de tiempos paralelos, momentos encarcelados sin llave, aprisionados. Me encontraste, me salvaste de la caída hacia los acantilados, saltos y remordimientos, gritos y pesadillas, ahora coherentes. Cómo dejarte aquí sola e insegura, en cáscaras de huevos, en vidrio peregrino. Tanto que dar, sólo yo para recibirlo, el resto se desgasta y desvanece con el aire; diferente al polvo, que vuelve a caer, éste se va sin reaparecer, supongo que al mago se le olvidó el truco. Ahora veo que todo es igual, la noche con el día, solo las circunstancias cambian, pero aquí, donde nada es perpendicular a las cosas, no existen, nada existe. Los momentos se dan por el destino, como en el metro donde te sentaste, cerca de mi, donde pusiste tu numero, dígitos, eso es relevante, qué son los sueños, todos defectos de la realidad. El dolor continuo en tu antigua cara, no ha de esperar la noche en que paren de brillar alrededor tuyo. Investigué que comen, todas las noches llevo unos bultos de arroz cocido, no puedo dejar que dejen de iluminar. Como espíritus se ven alrededor del cuerpo de piedra que posee la cama. Luego bajo a leer el periódico de el mes pasado, tantas veces lo he tenido que leer, los libros, donde se hospedan las termitas, hoteles, comunidades enteras, me acompañan. Familias completas, caminando en el papel, la devoran; después continuaran por acabar la casa, toda de madera, cuando se derrumbe, espero estar adentro para acompañarla, por eso las motivo, además no molestan y pagan renta. Un fuerte sonido, proveniente de aquel pequeño cuarto luminoso. Corrí lo más rápido que pude, era hora. La puerta estaba cerrada, dónde podría haber dejado las llaves, quizás las termitas la robaron, esas infelices. Con toda mi fuerza golpeé la puerta, por fortuna ya estaba vieja y se derrumbó rápidamente, en cuanto entré todo se encontraba fuera de foco. Ningún bombillo volador estaba ahí, todas las luciérnagas en el suelo, frías como rocas, a oscuras en tinieblas. Lagrimas empezaron a escurrirse por mis cachetes, todo se apagó en medio del suspenso, apagón nuclear, la luna huyó, y las luciérnagas se fundieron, con su corazón.