viernes, abril 30, 2010

De Costumbres y Otros Recuerdos

La casa de la Señora Reseca estaba adornada por unas cuantas flores, tapando las indiscutibles manchas de las paredes. Los muebles tapizados de colores más bien fúnebres desde hace media década yacían solitarios en medio de una sala poco habitada. Las visitas eran escazas desde que sus dos hijos menores murieron cuando fueron a una caminata al río del pueblo.
Desafortunadamente, el menor de toda la despedazada familia, Riardo, ingenuo y torpe, tropezó contra las piedras al cruzar el desbordado río. Su hermano, en medio de su interminable angustia y terror, vio cómo el río se teñía de color rojo aterciopelado. Para rescatarlo, intentó ayudarlo, pero el cuerpo de Riardo, no muy pequeño comparado a él le impidió salvarlo. Es más, se supone que cuando lo ayudaba su hermano cayó de cabeza hacia una de las rocas del río, partiéndose el cráneo. Creando dos bultos llevados por la corriente eterna.
El resto de la familia había huido por la violencia vecina. Sin embargo, los personajes más insólitos permanecieron en el pueblo de mala muerte hasta el final. La sopa que andaba preparando la Señora Reseca tenía un olor ácido y denso. El sofocante calor ahogaba a la Señora Reseca, el vapor expulsado hacia su sombrío rostro creaba una gruesa capa de sudor en su frente. Decidió dejar que la sopa continuara calentándose mientras salía a caminar por el desértico pueblo. Su vecino, Don Clentijo siempre dormía en la hamaca de su pequeña terraza. El periódico de hace unos años siempre cerca sobre una empolvada mesa gris. Los lentes, más grandes que los puños de Don Clentijo estaban en el suelo, acompañando los rítmicos ronquidos de Don Clentijo. Vestía un chaleco anacrónico, rojo y vivo, el cual le disgustaba a la Señora Reseca, siempre le pareció raro cómo en medio de aquel insoportable calor, alguien de más de sesenta años podría soportar un grueso chaleco. La verdad era que Don Clentijo sólo lo usaba cuando salía a su terraza, su casa, sin ventanas ni más color que el de la desteñida madera, reposaba cerca de dos árboles secos.
En la casa de la esquina, abandonada desde hace dos décadas por los dueños originales, afortunados de poder huir antes de que la violencia se aproximara. Estaba inundada por ratones y una vieja de mirada soñolienta y desubicada. Las frágiles paredes se pudrían con el cuerpo de la pobre vieja. Extrañamente, los arbustos de enfrente eran los más coloridos y fuera de lugar de todo el pueblo; grandes y robustos, abundantes de rosas y flores multicolores como los arduos atardeceres. La Señora Reseca no había sabido de la vieja desde hace un par de semanas, pero el humo de la desechable chimenea delataba la presencia de ésta, cocinando sus ratones con guisantes.
La plaza principal estaba desolada, excepto por un par de perros recostados bajo la humilde sombra del árbol arcaico que posesionaba el centro y corazón del pueblo. Perdía la noción del tiempo cuando caminaba, siempre le había sucedido. Inclusive cuando salía al monte y se encontraba con su amante, a escondidas de toda la familia, con quien tuvo a Riardo. Nunca supo bien si era por las agridulces sensaciones que le causaba el monótono sendero del pueblo o era por su espíritu romántico. Las piedras del suelo se calentaban a temperaturas casi imposibles de soportar, pero la devoción que la Señora Reseca siempre ha tenido por caminar en las horas menos transitadas la han hecho inmune a éste efecto.
Nunca fue muy fanática de los animales, pero los respetaba por ser parte del ciclo natural. En cambio, el dueño de la tienda, el Señor Mauricio, andaba abrazando árboles y acosando ardillas cada vez que podía. Por esa razón había instalado su tienda en la plaza principal, para permanecer cerca de las raíces del árbol en forma de caracolí, enredado y ensimismado, pero sumamente enorme. Tenía el aspecto de un hongo gigante, con miles de ramas hacia todas las direcciones, abriéndole campo a la imaginación. Él había hecho cientos de pancartas en contra de la basura en las zonas verdes, pero los niños siempre las rompían a los cinco minutos de estar colgadas.
Mientras caminaba, la Señora Reseca, miraba a su alrededor, disfrutando del pueblo, que algunas veces lograba despreciar, pero en tardes calurosas como ésta, era cuando más lo apreciaba. En el monte, le llegaron memorias nostálgicas de noches de pasión bajo el resplandor de la luna llena. Untados de hojas secas y tierra húmeda, pelo despeinado y cachetes sudados, lejos de su esposo y el drama que envolvía su existencia. Se sentó cerca de la roca donde vio por última vez a su verdadero amor, intentó llorar un poco, pero las lágrimas no le salían. En medio de su contemplación le llegó la vívida imagen de la sopa hirviendo, quemando la casa de su vida. Será mejor que se devuelva.

19 comentarios:

Daniel Pérez Penagos dijo...

Entrando y experimentando un poco del mundo garcimarquezco, a ver cómo me va :)
Gracias por leerme.

Felipe Remolina Garcia dijo...

Me gusta,si ve que ud no tenia que escribir el kite runner 2

Mevalerym dijo...

Wow me gusto, me transporté. Y ese amor de hermanos, de amores pasados, de sopa de nostalgia y letargo, desesperación y rutina.

Sabes, deberías intentar escribir una novela, algo más largo. Sé que lo harías excelente.

Un gran beso dany!!

Mevalerym dijo...

Última cosa, se me olvidaba. Una pregunta, porqué no puedo poner tu blog en google reader o en mis blogs?..

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Hola Daniel.

Muchas gracias por tus visitas, tus comentarios y tus piropos.

Acabo de leer este relato y me ha parecido muy bueno, vu¡isuel y rico en todos los aspoectos.

Nos seguimos leyendo.

Besicos muchos.

pepa mas gisbert dijo...

Una descripción muy lograda de la escena.

Un abrazo

Anónimo dijo...

que fácil resulta transportarnos en recuerdos... :)
muchas gracias por tu comentario jaja a mi también me ha gustado mucho tu blog! por cierto, es extraño encontrar a algun chico que coincida en mis gustos de pelis, me gusta jeje
besitos

TORO SALVAJE dijo...

Me lo has recordado.
Lo he pensado al leerte.
Muy bien.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hola!
Primeramente gracias por pasar a mi humilde blog, y segunda, me encanto tu escrito verdaderamente sentí el relato, genial!

Saludos!!!

Anónimo dijo...

Excelente, no se puede decir otra cosa.

S.

Naia Marlo dijo...

La tristura invade el alma de la madre que ha perdido a sus hijos. Todo es rutina. Recuerdos. Buena narrativa.

Te dejo un abrazo silencioso con aroma de manzana, Naia

Sinuosa dijo...

El ambiente de tristeza y desolación está bien conseguido.

Recomenzar dijo...

Me encantan tus escritos lo mismo que tus comments besos muchacho

El Ángel... dijo...

Sí, muy bien, es un universo rico y plagado de imagenes. Buen relato.

Saludos.

Belén dijo...

Un texto puramente descriptivo, donde no pasa nada pero tiene riqueza...

Muy bien

Besicos

Anónimo dijo...

Tu descripción fue más que una magnífica foto.
Me llevaste de la mano al lugar.

Daniel Pérez Penagos dijo...

PIRI: Qué alivio. ;)

VAL: Jajaja, Val, qué halago. Supongo que algún día, pero por ahora prefiero construir un estilo, o estilos, y practicar cosas nuevas, sentir diferentes cosas, así, poder, luego, escribir algo de tal magnitud. Muchos besos Val, gracias por siempres estar tan atenta a mis posts ;)

CASA ENCENCIDA: Sólo digo lo que pienso, gracias a tí también por pasar por acá ;)

ALMA: Me alegra haber logrado hacerlo ;) Besos alma.

FANTASÍA: Primero, con mucho gusto ;), segundo, muchas gracias por tus palabras ;)

NAIA: Gracias Naia, y sí, eso es un punto que quería expresar. Besos :)

RECOMENZAR: A mí los tuyos :)

ANGEL: Muchas gracias ángel por tus palabras y tu huella :) Abrazos.

BELÉN: Claramente, jajaja, ;)

ROBERTIER: Roberto, muchas gracias por pasar y leerme :) Sensación qué quería lograr :) Abrazos.

Gracias por los comentarios.

Daniel Pérez Penagos dijo...

Jajaja, perdón, no los vi a simple vista :S

ANÓNIMO: Gracias por los ánimos, S.

SINUOSA: Saludos por allá :) Gracias por leerme.

Mariano A. Sabido dijo...

"Entrando y experimentando un poco del mundo garcimarquezco" Bastante bien. Y lo sé, es inevitable no sentirse enamorado por las magnas palabras de ese señor-maestro-diosdelapalabra. Este tipo de cuentso siempre me han atrapado.

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