En las parcelas fosforescentescon nubes apacibles
hechas de espuma espesa
y un mar aéreo extenso,
las ondas andan simétricas.
Los cuerpos gomosos,
ritmos fréneticos
de sonidos africanos
agridulces frente al suspiro,
anhelando el goce oportuno.
Pienso desgajarlo lentamente,
consumirlo a pedazos suaves,
o devorar, el universo
antes de que suene el timbre
como el titán del tímpano.
Coger cada latido y suministrar
el calor de cascabel
y roer y moler sin pena ajena
hasta el diminuto instante
de asombrosas proporciones
escalando la brecha eterna.
Pienso desgajarlo sigilosamente,
pienso devorarlo ardiente,
pienso roerle el aire
rodeado de figuras
conocidas y ausentes,
amplias y carentes.
Mientras desgajo el universo
miles de olas se estrellan,
luces se encienden,
cientos de vidas se emprenden
bajo la sombra del sofocante ardor,
otras, más habiles disfrutan,
como atentos espectadores,
el fin del mundo,
mientras yo, en éxtasis,
me desgajo, hambriento, nuestro universo.