sábado, mayo 08, 2010

Instinto Animal


El Señor Mauricio nunca lo confesó, pero siempre se sintió como un animal. Un ser libre cuando estaba cerca de la naturaleza, parte de ella como una larga raíz. Le causaba una increíble fascinación todo lo relacionado con los árboles, el cambio del clima y los seres vivos que habitaban dentro y fuera del claustrofóbico pueblo.
Alguna vez cuando era más joven vivió en la ciudad. Pero el gris y el concreto lo mareaban todos los días. Se sentía tan fuera de su ambiente que optó por el delirio temporal. Poseía una gran lucha interior, a las mujeres de mayor edad, todas vulnerables siempre las quiso morder y picotearlas. Mientras que a las niñas que caminaban por la acera en la noche, siendo alumbradas por todas las luces de la gran ciudad, quería acompañarlas y cuidarlas. Paredes enteras de brillos deslumbrantes, infinitas cantidades de avisos adornaban los rascacielos infernales.
Fue ahí cuando decidió que por el bien de los habitantes, y de sí mismo, debía huir a un lugar más salvaje. Exageró un poco al querer vivir en una isla solitaria, donde el olor de pescado pútrido era lo único que lo acompaña. Estaba tan solo en aquella isla que sintió que lo encerraban las paredes invisibles de los largos acantilados. El eco formado por el fuerte viento lo dejó casi sordo, y el estallido de las olas le daba la lúcida imagen de bombas militares; cosa que inmediatamente relacionaba con la civilización y por ello odió desde entonces el mar y la arena de vidrios. Luego de saciarse de que su casa viviera llena de algas y cascarones como de gruesos arrecifes, optó por un clima más frío, de ahí se le ocurrió cerca del Everest. Sin embargo, la absurda baja temperatura sideral lo ahuyentó en tan sólo dos semanas. La nieve, aunque le causaba gran fascinación, no era tan gran cosa como para sufrir toda una vida, enterrándose bajo las criminales cantidades de nieve que caía diariamente.
El Amazonas quizás fue su localización favorita, intentó hacerse amigos de los monos y panteras. Las serpientes lo amenazaban cada noche y el ruido nocturno del temblor de las ranas no lo dejaba dormir tranquilo. La escasez de luz solar que llegaba a los pies de la selva lo enfermó aunque él no lo quisiera. Además, el aullido de los monstruosos tractores destruyendo el alma de la Amazonía, le quitó cualquier encanto al húmedo lugar.
Cansado de buscar, encontró un intermedio entre todo lo que quería, cantidades de árboles para abrazar y besar; estando lo suficiente lejos de las nubes de ceniza y hierro. Ahora, el lúgubre pueblo se enfrentaba a un diluvio universal desde Abril. Extrañaba la rara presencia de la Señora Reseca, mirando el suelo, abastecido de calor y sudor.
Lo que más le emocionaba de todo el pueblo era aquel grandioso árbol ancestral. Con sus laberintos de ramas, cubiertas por musgo. Las pequeñas aves de colores, como pinturas de los años veinte, lo enamoraban todos los días. Se encontraba tranquilo cuando salía a untarse del júbilo tronco de su Meca. Se moría de la rabia cada vez que los insolentes niños traían estragos a la pacifica tarde de contemplación. Al principio alcanzó a pensar que la fuerte lluvia los ahuyentaría, pero su instinto animal, aún no perfeccionado, le falló, ya que los niños salían a lavarse bajo la tormenta, mientras que los rayos alumbraban sus genuinos rostros. Hacía años que no llovía en el pueblo, y mucho menos con tal fuerza. La neblina y la pantalla de lágrimas de las nubes le daban un aspecto místico al árbol, un aura de belleza trascendental.
Si es verdad que cada encuentro con la naturaleza se le hacía único, también es verdad que todos sus intentos por tener mascotas eran fallidas. Bueno, nunca se atrevió enserio, pero la sola idea era tan absurda como su obsesión por ladrarle a las abuelas y estrangular de cariño a los gatos. Tan sólo lo intentó una vez, un hermoso canario rojo que revoloteaba por el cuarto libre de artículos humanos. Era tan especial el pobre canario que adoptó una personalidad. Al cabo de dos horas, el Señor Mauricio se lo tragó.

12 comentarios:

Daniel Pérez Penagos dijo...

No saben cuanto disfruto de escribir éstos cuentos :)
Feliz día adelantado a todas las mamás!!

Gracias por Leerme :)

Anónimo dijo...

Detecto una singular devoción por los animales, que buen relato, generas diversos picos de sentimientos,buen logro.
Aunque para mi prima tu vena del romanticismo expreso, te va muy bien.
Me uno a tu anotación Feliz dia a todas las madres!

TORO SALVAJE dijo...

Y yo también los disfruto.
El señor Mauricio me resulta inquietante.
Espero que no venga a Barcelona.

Saludos.

Mevalerym dijo...

Hola mi querido Dany, cómo siempre encontrando buenas letras en cada visita, a mi también me encanta leer tus cuentos. Es decir, sigue escribiendo para qué ambos seamos felices!

Un gran beso.

El Ángel... dijo...

La naturaleza puede ser tan inquietante como la gran ciudad. Por distintas razones.
Un tanto particular este señor Mauricio que nos presentas. A ver si encuentra su sitio. Buen relato, buen ritmo y final inesperado.

Sombras en el corazón dijo...

Pues nos vamos a quedar con la incógnita de saber con que animal se sentía identificado el señor Mauricio. Una cosa sabemos de seguro: es carnívoro.
Bonito relato.

Un abrazo

jorge luis dijo...

buenas letras un abrazo mi amigo te sigo

Belén dijo...

Pues la verdad es que todos deberíamos ser un poco más animales... lo malo es que hemo sperdido ese contacto con la naturaleza...

Besicos

Recomenzar dijo...

Me gustan las palabras que enebras con tu canto y escribes por lo tanto te dejo besos y flores hoy

Anónimo dijo...

Valla me uno a tu devoción por los canes, no hay amigo real que aquel que esta siempre a tu lado. Este relato de natural raciocinio animal me parece de muy buen gusto

Naia Marlo dijo...

Hola Daniel !!!

¡Terrible final el del canario! También estrangúlo a mi gato de cariño y amor... entiendo al señor Mauricio.
Me gusta estar en la naturaleza y ella me transforma, cierto que la libertad fluye por las venas...animal salvaje como el señor Mauricio.
Gustosa la lectura de este cuento.

Te dejo un abrazo silencioso impregnado con aroma de manzana,

Naia

Daniel Pérez Penagos dijo...

Muchas a gracias a todos por tomarse el tiempo y leer mis escritos, les debo mucho a ustedes también, gracias por leerme, nuevamente. Abrazos :)

Publicar un comentario