algunas veces es el alma que los siente
imaginandoselo, a su gusto y merced.
De rumbos y claros ando como tú,
siempre con aquella memoria fugaz,
de lo compartido con el tiempo.
Sonrisas blancas de horizontes,
el celeste refleja la luz de la ciudad
de noche, nocturnas risas de alegría.
El recuerdo se esconde en el paladar
y el grito en el pecho. Ahora corro
seguro con cada palpitación.
Cada paso de movimiento es más
apresurado que el anterior, el mundo
permanece quieto iluminado por las
viejas luciérnagas de los cielos compartidos,
de tierra y brillo, de sueño y mente
sumisos a la acción brillante.
La palabra escapada de la garganta
suena más clara, con un eco en el panorama
de la vida, en la que se encuentra el viejo
árbol, viviendo con paz y rojos cielos.
Las cargas no pesan cuando el alma
permanece libre al viento y nuestros
rostros fieles al futuro colosal.